Una forma común y vulgar de pensar y hablar es contrastando la "apariencia" con la "realidad". Un lápiz sosteniéndose ante nosotros en el aire lo vemos como recto; lo sumergimos en el agua y lo vemos torcido. En el último caso decimos que el lápiz parece torcido pero en realidad está recto. Ahora bien, ¿qué nos autoriza a aseverar que un hecho -más que otro- constituye la realidad y degradar el otro al nivel de la apariencia? En ambos casos hemos de enfrentarnos a hechos que se nos presentan con diversas combinaciones de elementos, las cuales están determinadas de modo distinto en los dos casos. Precisamente es a causa de su entorno por lo que el lápiz sumergido en agua parece torcido a la vista, aunque al tacto, y desde un punto de vista métrico, está recto. Una imagen en un espejo cóncavo o plano solamente es visible, mientras que en otras circunstancias -las habituales- a esa imagen visual también le corresponde un cuerpo tangible. Una superficie brillante es más brillante al lado de una superficie oscura que al lado de una superficie más brillante que ella. En efecto, nuestras expectativas se ven frustradas cuando, no prestando suficiente atención a las condiciones y sustituyendo unas determinadas combinaciones por otras, caemos en el error natural de esperar aquello a lo que estamos acostumbrados, a pesar de que quizá estemos ante un caso inusual. No podemos culpar de ello a los hechos. En estos casos, hablar de "apariencia" puede encerrar un significado práctico, pero no un significado científico. Algo parecido sucede con la cuestión -planteada con frecuencia- de si el mundo es real o simplemente lo soñamos. Es una cuestión carente de todo significado científico. El sueño más extravagante es un hecho como cualquier otro. Si nuestros sueños fueran más regulares, estables y conectados entre sí, también podrían tener un mayor significado práctico para nosotros. Durante el tiempo de vigilia, las relaciones entre los elementos se amplían enormemente en comparación con las de nuestros sueños. Reconocemos el sueño tal como es y, cuando el proceso se invierte, se estrecha el campo de visión psíquico y el contraste casi se pierde del todo. Donde no hay contraste, la distinción entre sueño y vigilia, entre apariencia y realidad, es completamente ociosa e inútil.
The analysis of sensations
Ernst Mach (1836-1916)